
06 Sep Terapia de pareja para dejar atrás el conflicto constante.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
A pesar del amor y de las buenas intenciones de cada uno, las diferencias en la pareja pueden llegar a ser uno de los obstáculos más grandes para la convivencia. Las conversaciones con buena intención para solucionar problemas se tuercen y terminan siendo discusiones que hieren cada vez más.
Puede que, en un principio, hubiera diferencias en la pareja, pero se manejaban mucho mejor que ahora, que termina siendo el aparente motivo principal de las discusiones.
Muchas parejas llegan a terapia con la idea de que no hay nada que se pueda hacer para recuperar la relación que había antes. Muchas se preguntan: “¿cómo hemos llegado a este punto?”.
Lo primero que necesitas saber es que, el conflicto en la pareja no se da porque hay problemas y punto, sino porque puede haber detrás una dinámica en la relación que, sin quererlo ninguno de los dos, terminan por herir y reforzar el malestar del otro. Una de las dinámicas que se suelen dar es la trampa mutua.
¿Qué es la la trampa mutua?
La trampa mutua es el resultado de cómo se intentan solucionar los problemas y las diferencias entre los miembros a través del cambio del otro. La forma puede variar, pero se agrupan en estas tres fases ordenadas cronológicamente:
1. Coerción: Al haber una diferencia en la pareja, uno o ambos miembros intentan influir en el otro a través de quejas, críticas y presiones: “siempre te digo lo mismo” o “¿por qué nunca haces esto?”. La intención es legítima, pero la forma en la que se comunica crea malestar en la otra persona. Muchas veces, se llega a emplear el castigo. Por ejemplo, si la otra persona no hace las cosas como queremos, optamos por el silencio o las malas caras para que se dé cuenta de que
no es lo que nos gusta. Es decir, que nunca se comunica lo que uno quiere, se espera que el otro sepa automáticamente. Los dos miembros de la pareja pueden emplear la coerción de formas diferentes simultáneamente.
2. Vilipendio: como la situación no cambia, la frustración crece, y aparecen los juicios, incluso etiquetas negativas sobre el otro. Se habla desde la herida de no sentirse comprendido y con una narrativa que va sesgada, porque se presta atención justamente a aquello que frustra sin atender al resto de aspectos que son positivos y, de esta forma, se refuerza la idea de que el otro “siempre actúa así” o “es así”. Así, las esperanzas de cambio van desapareciendo, porque se va
creyendo que, como el otro es así, es su naturaleza y no puede cambiar.
Ejemplos: “eres un egoísta”, “siempre haces lo que te da la gana”. Esto ocurre al mismo tiempo que la coerción.
3. Polarización: La coerción y el vilipendio van ocurriendo durante un tiempo y las narrativas y posiciones de cada uno se van yendo a los extremos, teniendo una sensación de incompatibilidad. Si uno presiona, el otro se aleja, por lo que la presión es mayor, y el alejamiento también. Ambos se dicen cosas como “nunca me tienes en cuenta” y “me agobias, eres un controlador”. De esta forma, la diferencia se torna en algo imposible de conciliar y el sentimiento de soledad es mayor. Más frustración, más incomprensión y más esfuerzos para que el otro cambie. Las posturas terminan siendo “el que tienes que cambiar eres tú, yo tengo la razón”, y a partir de ahí se sigue insistiendo a través de coerción y vilipendio, lo que impide una comunicación real.
¿Quién tiene la culpa? Entendiendo la dinámica sin buscar culpables:
Es fundamental entender que el patrón no es culpa de nadie concreto, sino que es fruto de una interacción mutua. Lo paradójico de todo esto es que, los intentos de que el otro cambie, son fruto de intentos legítimos de mejorar la conexión en pareja, pero se expresan de formas que no son efectivas y producen más distanciamiento.
¿Cómo puede ayudar la terapia de pareja?
La terapia de pareja no consiste en quién tiene la razón y quién no, sino en eliminar la trampa mutua. La idea, en vez de insistir en la presión y control, es generar una aceptación de las diferencias del otro, comprendiendo los aspectos de la historia personal del otro que explican esas diferencias. Ahí, si se fomentan cambios, será en base a una comprensión de los sentimientos y necesidades de uno mismo y del otro.
Objetivos clave en la terapia para romper la trampa mutua:
– Identificar qué temas, emociones y pensamientos provocan las discusiones en la pareja, y detectar el patrón de trampa mutua a través de la comunicación.
– Comprender el sufrimiento del otro, lo que requiere un espacio libre de críticas y defensas donde se hablen de aquellos temas importantes desde la experiencia de cada uno, no desde el intento de cambio del otro.
– Aumentar la conexión perdida, es decir, volver a priorizar las necesidades de la relación, así como el respeto, el sentirse valorado y tenido en cuenta. No quedarse solo en argumentos y detalles, ir más a lo profundo. Para esto es muy importante ser consciente de las heridas emocionales del pasado que pueden estar influyendo en uno mismo y en la dinámica de la pareja.
– Fomentar el trabajo en equipo, entender la relación casi como compañeros de un equipo de un deporte, donde no tiene sentido la lucha de poderes.

Muchas parejas pasan por esto, no es extraño encontrar este tipo de dinámicas en el día a día. Lo importante es que, si te has sentido identificado/a en tu relación actual, seas consciente de que salir de la trampa mutua es posible. Sin embargo, está más establecida a medida que se van cumpliendo los patrones anteriores, por lo que muchas veces es necesario un proceso terapéutico para que se pueda identificar concretamente lo que
falla.
✨ Si sientes que necesitas apoyo en este proceso, en Psicología Moncloa contamos con un equipo de psicólogos especializados en terapia de pareja en Chamberí. Nuestro objetivo es ayudaros a recuperar la conexión y fortalecer vuestra relación, acompañándoos en el camino hacia nuevas formas de entenderos y crecer juntos.
Escrito por: Gonzalo Aseguinolaza.
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